
Te invito a estar ahí, a gritar alto, con todas nuestras
fuerzas, a escuchar, a superar huracanes, a dar una segunda oportunidad, pero
sólo al que la merezca, a enlazar nuestros mundos una vez más, a vivir la vida
minuto a minuto, segundo a segundo, a no preocuparnos por nada, a reírnos de
los que nos critican, y a querer como nunca a los que están a nuestro lado.
Te invito a dar los besos que no se dieron, y fueron merecidos,
a echarle un pulso al comecocos y a cantar a todo pulmón. Te invito a sonreír,
a ser feliz, a disfrutar, a conocer, a investigar, a bailar toda la noche. Te
invito a irnos lejos, muy lejos, a mirar las estrellas desde tu terraza, a
buscarle forma a las nubes, a mil abrazos infinitos, a vivir más lentamente,
más tranquilos, a contar las estrellas para “saber cuánto te quiero”. Te invito
a caminar, a respirar hondo, y ¿por qué no?, te invito a equivocarnos, a caer
mil veces en un mismo lugar, a ayudar, a dar consejos, y a aceptarlos, a
pensar, a entender, a impulsarnos, a saltar alto, a soltarnos. Te invito a
asumir los errores y a volar sin levantar los pies del suelo.
Porque cada día es único y eso es algo que aprendí con el
tiempo. Por eso, y mucho más, te invito a aprovechar el día al máximo, a vivir
cada momento como si fuera el último (cómo dice esa canción de Álex Ubago) y a
valorar los buenos recuerdos.
Te invito a todo esto, y mucho más… si quieres.
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