Esperar el autobús. El tren. O ese taxi que te lleve a casa después de la mayor de las fiestas.
Esperar a esos amigos, a esos compañeros que siempre llegan tarde.
Esperar el ascensor. Ese ascensor que parece que tarda media vida en bajar, y solo medio segundo en subir.
Esperar ansiosa las notas de esos exámenes finales. Esperar nerviosa la fecha de esa oposición.
Esperar toda la mañana a que salga esa canción en la radio.
Esperar toda la mañana a que salga esa canción en la radio.
Esperar esa llamada. Ese mensaje. Esa carta. Esas que sí que llegan.
Esperar una fecha. Sí, todo el mundo espera una fecha. Esperar con ganas que llegue el carnaval, la semana santa, el verano, la feria o la navidad. Incluso una boda, una graduación, el nacimiento del hijo de algún amigo.
Y sí. También podrás morir esperando ese café por la mañana o a media tarde en una cafetería del centro de la capital.
Esperar. Claro que si, esperar.
O no. Ese tren, esa llamada, ese momento, esa fecha, ese café... no tienen por qué esperar.
Dice un poema del gran César Ortiz:
"...vivimos esperando el momento perfecto,
sin utilizar el momento y hacerlo perfecto.
...[...]...
vivimos esperando que sea viernes
(olvidando que el que no es feliz un miércoles
tampoco lo será el fin de semana).
...[...]...
Vivimos esperando que pase algo,
y lo único que pasa
es la vida..."
Y no le falta razón. Nunca le falta razón a César en todo lo que dice (y escribe). El tiempo va a seguir pasando, las agujas del reloj siguen su curso y no te esperan a ti. El momento es ahora. No importa si es el adecuado o no, si es el esperado o no. Hazlo. Hazlo perfecto. Punto. O hazlo imperfecto. Lo que prefieras. A veces lo imperfecto puede ser genial, ¿no?
El poema al que me refiero es "Vivimos rápido" del libro "La línea curva que lo endereza todo... tu sonrisa", de César Ortiz Albaladejo (César Poetry). Es un libro increíblemente genial. No tengo nada más que decir.
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