lunes, 7 de enero de 2013

Nada es para siempre

Suelen decir que nada es para siempre. Todo el mundo lo dice, películas que lo muestran en sus diálogos, libros que lo encierran entre sus historias y canciones que lo susurran entre sus notas.
Todo, tarde o temprano, en un momento u otro, se termina.
Se termina la infancia, se termina el colegio, se termina el primer beso, la primera cita, el instituto. Se termina la primera vez, se terminan las risas, pero también se terminan los llantos. Se terminan los amores (hasta esos que prometían ser eternos), se terminan las amistades. Se termina ese abrazo, esa mirada, ese silencio, y se terminan esas palabras. Se termina la carrera, se terminan los contratos, se termina tu película preferida, esa serie que tanto te gusta. Se termina ese libro, esa canción tan especial, ese disco. Se terminan los momentos bonitos, y también los malos ratos. Se terminan los segundos, los minutos, las horas. Se terminan los días, los meses, los años. Se termina todo, incluso la vida.
Aunque también dicen que hay algo de eterno en todo lo que acaba (¿no has sentido nunca que se para el reloj en ese lugar, que se detiene el tiempo en ese instante?¿No tienes también la sensación de que las horas se hacen eternas, que parece que no acaban nunca?) y que nada termina mientras siga en tu cabeza en forma de recuerdo.
Por eso, hagamos que se pare el tiempo a cada instante, que no pasen las horas,  hagamos de todo un bonito recuerdo, o una bonita lección aprendida (en el caso de los momentos malos y de los errores). Hagamos de todo esto, algo eterno.
Porque todo es eterno mientras dura, recuérdalo.

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