martes, 8 de abril de 2014

Arriesgar o no... esa es la cuestión

En una de mis anteriores entradas (creo recordar que fue en “¿se puede echar de menos algo que nunca ha ocurrido?”, si mi memoria no me falla), un lector me dejó un comentario que me hizo pensar:
Opino lo mismo, pero no hay que dejar que el tiempo te deje echar de menos eso que no has hecho. Hay que hacerlo (o decirlo) en su momento, si después no quieres arrepentimientos. Créeme, se por qué lo digo”.
Si, ese comentario me hizo pensar en lo importante (y necesario) que es arriesgar, el hacer o decir las cosas en su momento y no esperar a cuando ya no puedan ser.
Dicen que “el que no arriesga, no gana”, y que “no existen segundas oportunidades”. Si haces las cosas en su momento, puedes ganar, o puedes perder, pero siempre tendremos la seguridad de que en ese momento hicimos lo que sentíamos, o lo que creíamos correcto, y nunca nos volveríamos a plantear eso de “¿Qué hubiese pasado si…?” y a cuestionarnos una y otra vez la decisión, a rayarnos y a comernos la cabeza.
El otro día escuché por casualidad a una muchacha hablar por teléfono en el autobús de camino a mi pueblo. Hablaba precisamente de esto, de que no se atrevía a hacer algo. 
“...Ya, es muy fácil decirlo. Si al menos tuviese un motivo, viese alguna señal, yo, me lanzaría, pero no se..."dijo en algún momento de su conversación telefónica.
Eso es lo que falla, el miedo. Tal vez con un buen motivo, con unas cuantas razones sería más fácil arriesgarse a todo, ¿no? La verdad es que no estoy yo muy segura de eso.
La persona que estaba al otro lado de la línea debió llamarla “cobarde”, porque antes de colgar dijo:"...Sí, soy una cobarde....
Nos llaman cobardes por no arriesgar. ¿Cobardes? Sí, a lo mejor sí, somos unos cobardes. Unos cobardes que no saben decir adiós a ese miedo interno que nos impide arriesgar, a ese que hace que pensemos en que podemos fallar una vez más, en el fracaso, en el perder una amistad, en no querer echarlo todo a perder en un segundo.  El miedo a perder, a fallar, la falta de valor. Miles de cosas, multitud de factores influyen a la hora de tomar la decisión.
Supongo que si, que somos cobardes. 

Dicen que todo es un cara o cruz, un 50%, un “el no ya lo tienes”, que la única ley válida es “el doble o nada”. Harta estoy de escuchar eso de que si no la haces jamás sabrás lo que hubiese sucedido. Que hay que dejarse llevar y no pensar tanto (si, alguna vez que otra, yo, lo he hecho, me he dejado llevar sin dejar a mi cabeza que pensara en los pros y en los contras, y he de decir que pocas veces me he arrepentido de haber dicho o hecho aquello que tanto trabajo me costó). Que hay que dar un paso adelante y poner todas las cartas sobre la mesa, que hay que lanzarse de una vez por todas, que el azar y la suerte, incluso el destino, se encargarán del resto.  Pero, a veces, ese paso a dar es un abismo, un desierto, un río sin puente por el que cruzar. Y es que, a veces, arriesgarse a hacer algo no es tan fácil, o al menos, no tan fácil como parece.

Pero un día de esos en los que nada nos puede, me armé de valor y decidí saltar ese "abismo" (que al final no resulto ser más que una pequeña piedra en el camino). Y si, ahí me di cuenta de que arriesgar merece la pena, que ganas muchísimo más de lo que podrías haber perdido. Porque, a veces, es más sencillo no pensar en nada, y, simplemente, dejarse llevar.


Y tú, ¿estás dispuesto a arriesgar, sabiendo todo lo que eso conlleva?

2 comentarios:

  1. Buenas, hace mucho que no escribes por aquí y me gustaría hacerte una petición: escribe lo primero que se te pase por la cabeza, sin pensar, desahógate y solo así podrás mostrar tus más sinceros sentimientos y al trasmitirlo harás que los lectores tengamos la misma impresión. Un saludo.

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