domingo, 31 de diciembre de 2017

No miento cuando digo que de este año me podría quedar con un mes, incluso con un día; que podría elegir una sola canción de las miles y miles que he escuchado, que podría quedarme con un libro de todos los que he leído; con un viaje, con un concierto, con una actuación, con un "evento" de carnaval (bueno, esto quizá sea más complicado 😂); que incluso podría elegir un lugar de entre todos los que he estado, con una única foto, un texto, una conversación, una mirada, una sonrisa y que además podría elegir un café (no, esto no. Los cafés, siempre, todos 😉) Pero, ¿lo mejor del año? Sin duda alguna, me quedo con las personas y sus sonrisas.

Me quedo con esa gente que a base de risas, llantos, abrazos, besos, confidencias, carnavales, miradas, canciones, mensajes, sorpresas, momentos, libros, poemas, reuniones, comidas, cenas, viajes, vacaciones, locuras, bailes... han hecho que este año sea especial. Esas personas con las que he "curvado líneas" hasta en los peores momentos. Gente que ya conocía, y gente que he conocido este año. Gente que hace de cualquier cosa, algo grande. Gente que saca lo mejor de ti.
Gente bonica e increíble, gente que hace de lo bueno, algo mejor. Gente imprescindible. 😊😘💓

domingo, 15 de enero de 2017

Espera... O no...

Esperar el autobús. El tren. O ese taxi que te lleve a casa después de la mayor de las fiestas.
Esperar a esos amigos, a esos compañeros que siempre llegan tarde. 
Esperar el ascensor. Ese ascensor que parece que tarda media vida en bajar, y solo medio segundo en subir. 


Esperar ansiosa las notas de esos exámenes finales. Esperar nerviosa la fecha de esa oposición. 
Esperar toda la mañana a que salga esa canción en la radio.
Esperar esa llamada. Ese mensaje. Esa carta. Esas que sí que llegan.
Esperar una fecha. Sí, todo el mundo espera una fecha. Esperar con ganas que llegue el carnaval, la semana santa, el verano, la feria o la navidad. Incluso una boda, una graduación, el nacimiento del hijo de algún amigo. 
Y sí. También podrás morir esperando ese café por la mañana o a media tarde en una cafetería del centro de la capital.
Esperar. Claro que si, esperar.
O no. Ese tren, esa llamada, ese momento, esa fecha, ese café... no tienen por qué esperar. 

Dice un poema del gran César Ortiz:

"...vivimos esperando el momento perfecto, 
sin utilizar el momento y hacerlo perfecto. 
...[...]...
vivimos esperando que sea viernes
(olvidando que el que no es feliz un miércoles
tampoco lo será el fin de semana).
...[...]...
Vivimos esperando que pase algo, 
y lo único que pasa 
es la vida..." 

Y no le falta razón. Nunca le falta razón a César en todo lo que dice (y escribe). El tiempo va a seguir pasando, las agujas del reloj siguen su curso y no te esperan a ti. El momento es ahora. No importa si es el adecuado o no, si es el esperado o no. Hazlo. Hazlo perfecto. Punto. O hazlo imperfecto. Lo que prefieras. A veces lo imperfecto puede ser genial, ¿no?

El poema al que me refiero es "Vivimos rápido" del libro "La línea curva que lo endereza todo... tu sonrisa", de César Ortiz Albaladejo (César Poetry). Es un libro increíblemente genial. No tengo nada más que decir. 

lunes, 11 de julio de 2016

Soñar no es tan caro...

Dice por ahí un anuncio que "no tenemos sueños baratos"... ¿Cómo que no? Me van a permitir que les lleve la contraria. Bueno, a medias, yo me entiendo. 

Es posible que todos soñemos con dar la vuelta al mundo, visitar todas y cada una de las ciudades (incluso las más desconocidas), comprarnos un coche nuevo, tener un apartamento en la playa, cerquita del mar, una casa perdida en mitad de la sierra, con su gran chimenea para pasar el invierno, tomarnos un año sabático, quitarnos de encima todas las deudas, comer en los restaurantes más caros, ir a todos los conciertos posibles... Eso no lo niego, yo también los tengo. También haría todo eso si me tocase alguna vez la lotería. Pero...




Pero... No todos los sueños son tan caros. A veces, tenemos sueños al alcance de nuestras manos, delante de nuestros ojos y, además de ser baratos, son, en principio, facilísimos de conseguir. Llamémoslos sueños sencillos. 


No será la primera vez (ni la última) que me escuchéis decir (o leáis en el blog) cosas así, pero es que ser feliz es mucho más sencillo (y barato) de lo que imaginamos.  

A veces es mejor perderse por las calles más estrechas de la ciudad, o un paseo nocturno a la orilla del mar que cualquier viaje alrededor del mundo. 
A veces es mejor una vuelta en bicicleta que el mejor de los coches.
A veces es mejor una cena en casa, con los amigos, que cualquier casa en la playa. 
A veces es mejor una manta, que cualquier chimenea de una casa rural. 
A veces es mejor tener a las mejores personas del mundo a nuestro lado, que poder pagar todas las deudas. 
A veces es mejor una bolsa de pipas, una larga conversación y buena compañía, que cualquier restaurante italiano. 
A veces es mucho mejor que alguien te dedique la presentación de los Molina, que te manden un audio con ese final de popurrí del Sheriff, o te canten al oído ese pasodoble de Tino Tovar, que cualquier concierto que puedas soñar. 

A veces es mejor seguir hablando con amigos y que, aunque llevéis años sin veros, cuando os encontráis no haya pasado el tiempo. Es increíble ver como un abrazo, un simple gesto, puede hacerte sonreír sin motivo. A veces, sueñas solamente con descubrir que cualquier detalle es importante, por insignificante que sea. 

Estoy segura que estos sueños son muchísimo mejores que los primeros, aun siendo baratos y, a veces, incluso, sin costarnos nada, pero dando mucho a cambio. 

Podemos ser felices con muy poco, ¿no creéis?




martes, 8 de marzo de 2016

Vivo a base de milésimas

No hay nada mejor que disfrutar de las pequeñas cosas de la vida... y yo te invito. 


Esa llamada que tanto esperas, reencontrarte con viejos compañeros de clase, hablar con tu amigo de la infancia de mil cosas, pero de ninguna importante. Un mensaje inesperado a las tantas de la madrugada. Que te canten ese final de popurrí del Sheriff, esa presentación de OBDC, o ese pasodoble de Tino que tanto te gustan. Un audio con tu canción favorita. Salir a pasear mientras llueve, sin paraguas. Conocer a gente increíble donde y cuando menos te esperas (en mitad de una calle solitaria, en el trabajo, en la cafetería, en una tienda,...). Que te dediquen una actuación. Abrazos que te dan la vida. Señalar días importantes en el calendario. Esa sensación de libertad al terminar los exámenes de oposiciones. Ese whatsapp que significa "me acuerdo de ti". La última frase de un libro. Ver amanecer después de una fiesta. Reírte sin ningún motivo, y llorar de felicidad. 


Descubrir que lo que es sincero no cambia, por muchos años, y por muchas cosas que pasen. Saber que, la vida, quieras o no, va cambiando de color. Entender que los lunes también pueden ser bonitos, y convertir cualquier día en algo especial. 
Estar toda la noche sin dormir. Resolver una ecuación matemática a la primera. Cantar hasta quedarte ronca. Mirar las estrellas desde la terraza. Marcar el compás con los nudillos en un servilletero. 
Hacer la maleta para un viaje largo. Encontrar un hueco. Entender que "quien quiere, puede", y que todo esfuerzo lleva su recompensa. Comer lacasitos blancos viendo una peli. El olor a tierra mojada. Hacer dibujos en un papel mientras hablas por teléfono. Quedarte dormido en el sofá. Descubrir que cualquier detalle es importante, por insignificante que sea. 
Explotar una burbuja y tirar un castillo de naipes. Saber que tienes a las mejores personas del mundo a tu lado, y que los que se fueron, no se han ido mientras sigan en tu cabeza y tu corazón. 
Asumir los errores, respirar hondo, y volar sin levantar los pies del suelo. Aprenderte una canción escuchándola solo una vez. Guardar un secreto. 
Reírte con tus amigos hasta llorar y que nadie entienda el porque. Volver a emocionarte con una canción. Quedarte embobada mirando por la ventana, pensando en nada, y en tanto a la vez. 
Planear el futuro, apuntar mil cosas, aunque no se cumpla ninguna. Soplar las velas de la tarta pidiendo un deseo. Valorar los buenos recuerdos. 

Estas y mil cosas más. 

Detalles que hacen de esta vida algo más especial. 

Yo vivo de esto, vivo a base de milésimas. ¿Tu no?

domingo, 24 de mayo de 2015

Palabras

Palabras...
A veces una sola palabra puede cambiar el mundo. Una sola palabra. Un "te quiero", un "te amo", un "te necesito", un "te echo de menos", un "lo siento", un "hola", incluso a veces un simple "adiós". Y cuanto daño se hace con algunas palabras. Cuanta mentira, cuanta verdad que duele. Palabras que dicen mucho, y otras que dicen muy poco, o nada, palabras vacías.
Palabras que son difíciles de decir, no por la dificultad de su pronunciación, de su idioma, sino por la complejidad de su significado. Palabras, que significan tanto y a la vez no significan nada. Son sólo eso, letras unidas con algún sentido (a veces).

Otras, la inmensa mayoría, no se dicen con los labios. Se expresan con la mirada, las manos, o incluso, con silencios. 

Pero todas las palabras no quedan ahí. Algunas quedan en tu memoria, porque te recuerdan algo importante, otras quedan escritas en libros que jamás volverás a leer, en una botella en mitad del océano, en el corazón de alguien que ha perdido un poco de memoria, en un trozo de hoja guardado en el fondo de un cajón, pero algunas, la mayoría, se pierden con el tiempo, cuales barcos de papel....

Leí hace poco en un artículo de Albert Espinosa: "La gente se fija demasiado en las palabras y tan sólo son un montón de vocales juntas, un sonido que las personas emitimos y que no sirve casi de nada... la gente habla pero jamás hay que escucharles... solo sentir el sonido de su piel..." ¡Qué razón tiene este hombre en todo lo que dice!

Nunca es demasiado tarde para decir lo que se siente, o quizá si.  Al fin y al cabo, las palabras van y vienen. Las palabras vienen y van. Yo creo que algunas, además, tienen fecha de caducidad. Palabras que tienen un tiempo límite de validez, palabras que tienes que pronunciar en un momento u otro, pero que si no lo haces en ese instante, probablemente ya no podrás hacerlo jamás. 

Nos agarramos a palabras que no valen para nada, a palabras que salen volando con el viento, y perdemos el valor de lo que vale realmente. Nos agarramos a ellas, olvidando a veces lo más importante. Somos como titiriteros sujetos a palabras tan finas como la cuerda de ese trapecista; funambulistas que no recuerdan que para no caer, a veces no son tan necesarias.

Palabras que al final, quedan en sólo eso, palabras.

lunes, 19 de enero de 2015

A veces pasa

A veces pasa. A veces te pones a pensar en todo lo que te está pasando, en todo lo que ocurre a tu alrededor. A veces pasa. Un día tonto lo tiene cualquiera. 
A veces pasa. A veces recuerdas lo que has ido perdiendo por el camino, todos esos recuerdos que invaden tu mente cuando vas a dormir. A veces pasa. A veces piensas todo lo bueno que te está ofreciendo la vida en este momento. A veces pasa. A veces te cansas, te agobias. Muchas cosas por hacer y muy poco tiempo. A veces pasa. Unas veces te desanimas, tienes ganas de tirar la toalla, y otras te comes el mundo. 

Nos pasa a todos, ¿no? ¿O soy la única?

Creo que todavía estamos a tiempo de cambiar esto. El final de esta historia no ha llegado todavía. ¡Quién sabe dónde estaremos mañana! Podemos estar aquí, o allí. Podemos estar juntos o separados. Podemos encontrar al amor de nuestra vida, o perder al que creíamos que lo era. Podemos conocer a millones de personas más, a personas increíbles. Podemos vivir momentos bonitos, y otros que no lo son tanto. Podemos perder sentimientos, e incluso crear otros nuevos. Hay que vivir el hoy, lo repiten miles de canciones que escuchamos. Lo escuchamos todos los días.

Por eso, si recuerdas cosas que sabes que no volverán, ¡sonríe! Sonriamos, porque fueron momentos bonitos, porque forman parte de "nuestra historia". Si la vida te está ofreciendo todo lo bueno que te puedes imaginar, ¡sonríe!. Sonriamos, seamos afortunados en este sentido. Si te cansas, te agobias, ¡respira! Respira, toma aire, y sigue adelante. Sigamos adelante, porque todo pasa, y como dice esa canción que tanto me gusta "no hay río que atrás se vuelva, ni mal que cien años dure". Si estás desanimado, ¡canta! Cantemos, que con una canción los males siempre son menos. Y si nos comemos el mundo, mejor. Intentemos estar así siempre.

Además, siempre estamos a tiempo de cambiar las cosas. Recuerda, si no te gusta el final del cuento, suelta el bolígrafo, rompe la hoja y vuelve a escribir el guión. Siempre estamos a tiempo de darle un giro a nuestra historia.

domingo, 28 de septiembre de 2014

El olvido

El olvido puede ser lo mejor del mundo, o lo peor.
Se olvidan cosas insignificantes... se olvida donde se dejaron las llaves, se olvida el número de la tarjeta de crédito, la hora a la que quedaste con tus amigos, el pin del móvil, la contraseña de alguna red social que hace mucho que no utilizas. Se nos olvidan todas aquellas cosas que dejamos apuntadas en un papel guardado en un libro o en el fondo de algún cajón. Se olvidan los nombres que personas a los que conociste hace muchísimo tiempo y no has vuelto a ver, los nombres de tus profesores en el colegio. Se olvidan las fechas importantes que quedaron apuntadas en esa agenda de hace 3 años que ya tiraste. Incluso se olvidan algunos momentos. 
O eso pensamos. Quizá, en algún otro momento de nuestra vida, por no se sabe qué razón, vuelves a recordarlo. Quién sabe, al pasar por aquel parque, al escuchar aquella canción que alguien te dedicó, o sin ningún porqué, simplemente porque si.
Y es entonces cuando nos preguntamos si esa gente se seguirá acordando de nuestras manías, de nuestro nombre, de nuestras frases típicas, de nuestro color preferido, de nuestra fecha de cumpleaños, de aquellos días. En definitiva, si todavía de acuerdan de nosotros.

Pero, a veces, la mente también tiene esa capacidad que tanto odiamos, la de recordar una y otra vez aquello que deseas olvidar con todas tus fuerzas. Ese día en el que pasaste tanta vergüenza, esas personas de las que no quieres oír hablar, esos momentos, esos malos ratos.

Dicen que quien sabe olvidar, vive mejor, pero hoy me he puesto a pensar, y creo que no es del todo así. A veces, esos momentos que tantos deseamos olvidar, son aquellos que nos han hecho ser como somos. Si esos momentos siguen en nuestra cabeza, será por algo, ¿no?
Si pudieses borrar de tu mente todos las cosas que no quieres recordar, que quieres borrar de tu vida, de tu cabeza, e incluso de tu corazón, y poder potenciar el recuerdo de aquellos de los que quieres acordarte toda la vida, ¿lo harías? Pensémoslo. Quizá nos sorprenda el resultado. 

jueves, 14 de agosto de 2014

Una de esas noches

Cuando sólo nos queda la música; cuando sólo nos quedan las notas, los acordes. 
Cuando sólo nos queda la belleza de las palabras. 
Cuando sólo nos queda una mirada perdida, una llamada a escondidas. 
Cuando sólo nos queda un silencio por dar. 
Cuando ya no queda luz y la oscuridad lo invade todo.

Ahí, cuando pensamos en todo y en nada a la vez. 
Cuando le damos mil vueltas a todo y nos repetimos mil y una vez que lo mejor es dejarse llevar, pero muy pocas veces lo hacemos. 
Ahí, cuando miramos por la ventana y suspiramos contando estrellas. Ahí, cuando nos damos cuenta de todo lo que vale la pena y lo que no. cuando nos damos cuenta de a quién le importamos de verdad y a quién no. 

Ahí, cuando más le echas de menos. Cuando todos los pensamientos los ocupa una persona. 
Cuando sabes realmente lo que quieres, lo que tienes, lo que falta y lo que sobra. 
Ahí, cuando sólo nos queda la imaginación y los sueños. 
Ahí cuando el reloj avanza deprisa, pero al mismo tiempo los minutos se hacen eternos. 
Ahí, y solo ahí, cuando somos nosotros mismos. 

martes, 8 de abril de 2014

Arriesgar o no... esa es la cuestión

En una de mis anteriores entradas (creo recordar que fue en “¿se puede echar de menos algo que nunca ha ocurrido?”, si mi memoria no me falla), un lector me dejó un comentario que me hizo pensar:
Opino lo mismo, pero no hay que dejar que el tiempo te deje echar de menos eso que no has hecho. Hay que hacerlo (o decirlo) en su momento, si después no quieres arrepentimientos. Créeme, se por qué lo digo”.
Si, ese comentario me hizo pensar en lo importante (y necesario) que es arriesgar, el hacer o decir las cosas en su momento y no esperar a cuando ya no puedan ser.
Dicen que “el que no arriesga, no gana”, y que “no existen segundas oportunidades”. Si haces las cosas en su momento, puedes ganar, o puedes perder, pero siempre tendremos la seguridad de que en ese momento hicimos lo que sentíamos, o lo que creíamos correcto, y nunca nos volveríamos a plantear eso de “¿Qué hubiese pasado si…?” y a cuestionarnos una y otra vez la decisión, a rayarnos y a comernos la cabeza.
El otro día escuché por casualidad a una muchacha hablar por teléfono en el autobús de camino a mi pueblo. Hablaba precisamente de esto, de que no se atrevía a hacer algo. 
“...Ya, es muy fácil decirlo. Si al menos tuviese un motivo, viese alguna señal, yo, me lanzaría, pero no se..."dijo en algún momento de su conversación telefónica.
Eso es lo que falla, el miedo. Tal vez con un buen motivo, con unas cuantas razones sería más fácil arriesgarse a todo, ¿no? La verdad es que no estoy yo muy segura de eso.
La persona que estaba al otro lado de la línea debió llamarla “cobarde”, porque antes de colgar dijo:"...Sí, soy una cobarde....
Nos llaman cobardes por no arriesgar. ¿Cobardes? Sí, a lo mejor sí, somos unos cobardes. Unos cobardes que no saben decir adiós a ese miedo interno que nos impide arriesgar, a ese que hace que pensemos en que podemos fallar una vez más, en el fracaso, en el perder una amistad, en no querer echarlo todo a perder en un segundo.  El miedo a perder, a fallar, la falta de valor. Miles de cosas, multitud de factores influyen a la hora de tomar la decisión.
Supongo que si, que somos cobardes. 

Dicen que todo es un cara o cruz, un 50%, un “el no ya lo tienes”, que la única ley válida es “el doble o nada”. Harta estoy de escuchar eso de que si no la haces jamás sabrás lo que hubiese sucedido. Que hay que dejarse llevar y no pensar tanto (si, alguna vez que otra, yo, lo he hecho, me he dejado llevar sin dejar a mi cabeza que pensara en los pros y en los contras, y he de decir que pocas veces me he arrepentido de haber dicho o hecho aquello que tanto trabajo me costó). Que hay que dar un paso adelante y poner todas las cartas sobre la mesa, que hay que lanzarse de una vez por todas, que el azar y la suerte, incluso el destino, se encargarán del resto.  Pero, a veces, ese paso a dar es un abismo, un desierto, un río sin puente por el que cruzar. Y es que, a veces, arriesgarse a hacer algo no es tan fácil, o al menos, no tan fácil como parece.

Pero un día de esos en los que nada nos puede, me armé de valor y decidí saltar ese "abismo" (que al final no resulto ser más que una pequeña piedra en el camino). Y si, ahí me di cuenta de que arriesgar merece la pena, que ganas muchísimo más de lo que podrías haber perdido. Porque, a veces, es más sencillo no pensar en nada, y, simplemente, dejarse llevar.


Y tú, ¿estás dispuesto a arriesgar, sabiendo todo lo que eso conlleva?

martes, 28 de enero de 2014

El recuerdo de esas pequeñas cosas que se pierden con el tiempo

Frases a medio acabar
Un “te quiero” que se queda en los labios
Ese “no te vayas” que nunca nos atrevimos a pronunciar
Risas que se pierden, como esos “buenas noches”
Esos paseos a las tantas de la madrugada
Un libro a medio leer que no queremos acabar
Una noticia inesperada
Una llamada que nunca llega
Un timbre que nunca suena
Cartas que se escriben pero no se mandan
Lágrimas que se pierden en la lluvia
Una nota abandonada en el algún libro
Palabras que vuelan en el viento
Hojas que caen de algún árbol en otoño
Una herida que no deja de sangrar
Una estrella que deja de brillar
Las olas que rompen contra las rocas
Ese “Tu y yo” que se borra en la arena
Una mirada perdida
Un silencio roto
Un reloj que se para
Un papel arrugado en cualquier ataque de furia
Un globo que explota
Un “para siempre” que no existe
Un “nunca” que siempre llega
Una llama que termina por apagarse

En definitiva, somos eso, el recuerdo de esas pequeñas cosas que se pierden con el tiempo.

Porque....
Quizá nos importó demasiado el qué dirán
Quizá pasamos por alto muchas cosas
Quizá no nos gustaron las reconciliaciones
Quizá nunca nos gustaron las mentiras disfrazadas
Quizá no mostramos nuestros sentimientos
Quizá sea demasiado de amores platónicos, ilusiones y desilusiones
Quizá nos cansamos de luchar, de perder una y otra vez
Quizá perdimos la esperanza
Quizá olvidamos demasiado pronto
Quizá hablamos antes de pensarlo dos veces
Quizá nos pudo el impulso
Quizá no quisimos ver más allá
Quizá no quisimos escuchar al corazón
Quizá dejamos de cumplir esas promesas
Quizá nos pudo la impaciencia
O quizá nos pudo la distancia
Quizá, no nos dejamos llevar
Quizá hayamos perdido muchas oportunidades
Quizá dejamos de tararear nuestra canción
Quizá nuestra imaginación pudo más que la realidad
Quizá callamos demasiado.
Quizá fueron muchas indirectas
Quizá dejamos de sonreír como tontos
O quizá se nos descolocaron todos los esquemas


Porque puede que hayamos tomado direcciones distintas, pero nunca debemos olvidar que la vida da muchas vueltas, y que… dos caminos que se separan, en cualquier punto de su recorrido, pueden volverse a juntar. 

martes, 10 de diciembre de 2013

22 inviernos :)

22
Sí, aunque no lo parezca, aunque todo el mundo que no me conoce piense que tengo 16 o 17, acabo de cumplir los “2 patitos”. Ya llevo 22 primaveras inviernos vividos.
Y, sé que no soy muy original, porque todo el mundo (o casi todo el mundo) escribe algo así para el día de su cumpleaños, pero yo necesitaba escribir esto hoy. No sé muy bien si para volver a publicar algo en el blog, o simplemente para desahogarme.

Primero: (esta es la parte que repiten todos) Quiero dar las gracias. Dar las gracias a todas esas personas que se han acordado de mi hoy, tanto las que lo han hecho por ellos mismos, como a aquellos que lo han visto por alguna red social, pero que se han molestado en escribirme algún mensajito, en mencionarme por twitter o mandarme un “FELICIDADES” y algún emoticono feliz, o una grabación cantando el cumpleaños feliz por whatsapp, pero que me han regalado un poquito de su tiempo a mí. 
Dar las gracias a toda esa gente que, como todos los años, han hecho de éste, un día especial, aunque ha sido un cumpleaños un poco agridulce, y sé porqué lo digo, además entre libros, apuntes y exámenes de anatomía y citología, no se puede celebrar algo en condiciones. Esa gente que me ha hecho morirme de vergüenza cantándome el cumpleaños feliz en mitad de la calle, aquellos que me han cantado y dedicado mi canción favorita, a los que me han emocionado con mil palabras bonitas, a los que me pusieron una velita en una magdalena de la cafetería, a mis compañeros, amigos, y sobre todo, a mi familia.


Segundo: no voy a hacer un balance con todo lo vivido, poniendo en una balanza lo bueno y lo malo, porque todos hemos tenido momentos así, y sabemos que esa balanza siempre se inclina hacia el lado "cosas buenas", y porque, además, no acabaría nunca. ¡22 años dan para mucho! Si yo os contara… Quizás, hasta podría escribir una novela. 
Lo que quiero es reflexionar sobre... No sé. Tantas cosas de las que quería hablar, tanto que quería expresar que ahora, no sé ni cómo empezar.
Quizás, lo más lógico sería empezar desde el principio, ¿no?

Mi vida, hasta ahora, no ha sido como imaginaba. Ha dado cambios de dirección, giros inesperados, que por desgracia o por suerte, me han hecho cambiar, madurar. Supongo que, como todos, de pequeña imaginaba mi vida perfecta, una vida que no tiene mucho que ver con la que estoy viviendo ahora. No es mejor ni peor, sólo distinta. Recuerdo decir algo como “Quiero ser maestra, tener una gran casa cerca del mar, con habitaciones gigantescas, una llena de espejos, otra llena de muñecas de porcelana, casitas de madera, y miles de osos de peluche, casarme con un médico,...” Y así miles de cosas más. Y como podréis imaginar, no es mi vida hasta ahora (salvo lo de ser maestra, porque aquí me tenéis, con mi carrera de magisterio terminada).
Sí, es así, la vida no es cómo la soñamos. Cambia, como todo, a cada paso que damos, con cada nueva decisión que tomamos. Dicen que el destino nos lo tiene todo guardado, y me gusta pensar que es así, pero, en parte, el futuro también depende de nosotros, de cómo afrontemos las cosas, de lo lejos que llegue nuestra mente a imaginar las cosas…. Y tal vez, podemos escribir un futuro distinto al que tenemos designado, y desbaratarle los planes a ese destino que nos acecha.

Tercero: creo que a veces, soy como esa niña pequeña que soñaba todo aquello, aquella niña que se sentaba en el parque a contar estrellas, aquella que hacía las cosas sin pensarlas dos veces, la que vivía de ilusiones, la que se escondía debajo de la cama para llorar, la que haciendo pompas de jabón o bailando flamenco encima de un escenario (sin levantar dos palmos del suelo), se olvidaba de todo. Aquella que tenía mil amores platónicos (y aún los sigue teniendo), la que no contaba los sueños porque luego “no se hacían realidad”. Aquella que sentía que con un abrazo o un beso de mama o de los abuelos, se iban todos los males. La que arrancaba como una loca los pétalos de las margaritas para saber si “el chico de mis sueños” sentía lo mismo por mí.
Sí, creo que esa niña todavía sigue dentro de mí. A veces soy esa niña pequeña que sigue llorando por todo, la que se enfada por cualquier tontería, la que se comporta cómo si tuviese 4 años. La que no sabe cómo afrontar ciertas cosas, y sigue buscando respuestas a preguntas que no la tienen.
Sólo hay algo que ha cambiado: Aunque sigo viviendo de ilusiones, y paso la mitad de mi tiempo “en las nubes”, tengo los pies muy amarrados al suelo, como si tuviesen imanes, porque sé que las cosas no van a cambiar sólo con imaginarlo o desearlo, aunque, a veces me gustaría. He aprendido que los deseos que pedimos cerrando fuerte los ojos ante una estrella fugaz, al lanzar esa moneda a la Fontana Di Trevi, esos que escribes en un papel, y los lanzas a una hoguera en San Antón o San Juan, y esos que pedimos con todas nuestras fuerzas al soplar las velas, no se cumplen por arte de magia. Y que eso de cruzar los dedos no funciona. Sí, y por eso estoy aquí hoy, abriendo con ilusión los regalos, y pidiendo ese deseo con todas mis fuerzas, mientras apago las 22 velas de mi tarta de cumpleaños.
Un poco paradójico, pero me gusta pensar que todos esos deseos y sueños, algún día se harán realidad.

Y sí, me gustaría volver atrás en el tiempo, y quedarme en esa época para siempre. Pero, entonces pienso en todo lo que he vivido desde entonces, y admito que no es buena idea, que no es justo “eliminar” todos esos momentos, todas esas personas que han ido apareciendo desde entonces.
Demasiadas cosas de las que reflexionar, en las que pensar en mis 22 años.
Cosas de las que me siento orgullosa, personas a las que estoy encantadísima de haber conocido, porque ahora son imprescindibles en cada momento de mi vida, personas de esas a las que ni me imaginaba conocer, pero por obra de las casualidades, o del destino, se han ganado un hueco en mi corazón, y personas de las que no quiero volver a saber de ellas. Incluso aquellas que me quedan por conocer, que estoy segura de que serán muchas.
Cosas de las que me arrepiento, a veces, y otras que hubiese cambiado, pero que, al fin y al cabo, me han hecho ser tal y como soy hoy.

Y es que, cumplir años no es poner una vela más en la tarta, ni un año menos de vida. Cumplir años es cumplir sueños, desechar otros, ganar batallas, valorar los recuerdos, y más aún a las personas. Cumplir años no es “hacerse viejo”, es aprender a serlo. Cumplir años es ganar experiencias, es ganar momentos, miradas, sonrisas, besos. Cumplir años es ganar amigos, incluso perderlos, y ganar enemigos. Cumplir años es darte cuenta, con el tiempo, de que todo no es lo que parece. Cumplir años es mirar a ese grupo de niños que juega en la calle y sonreír acordándote de cuando tú eras uno/a de ellos/as. Cumplir años es aprender a convivir entre recuerdos (que a veces, es lo más valioso que tenemos). Es darte cuenta que la vida no es fácil. Es entender lo de “tantos tienes, tanto vales”.
Cumplir años es darte cuenta de que “esa niña pequeña” que aún existe en el interior de cada uno de nosotros no debe desaparecer, que a veces es mejor vivir de locuras y sueños, porque, nos ayuda a evadirnos de nuestra realidad, aunque sea por un momento.
Cumplir años es darte cuenta de que hay que vivir la vida sin escuchar lo que opinen los demás, vivirla al máximo, porque el tiempo pasa demasiado rápido, y hoy estamos aquí, pero mañana quizá no. Es aprender que la vida es injusta, y más con quién no lo merece, que se van de nuestro lado a personas que necesitamos. Personas que no han vivido todo lo que tenían pensado, y personas que pasan por desgracias que no se merecen.
Cumplir años es seguir viviendo de ilusiones. Es comprender que “las mentiras piadosas” siguen siendo mentiras, y algunas duelen demasiado.
Pero… sobre todo, cumplir años es aprender, poco a poco, a vivir y ser feliz.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Todo cambia

Párate un momento. Deja lo que estés haciendo. Mira a tu alrededor.
¿Lo has notado? ¿Te has dado cuenta? ¿No?
Te pones a pensar, echas la vista atrás, y ves cómo, en un abrir y cerrar de ojos, cambian miles de cosas.
Te replanteas cómo era tu vida antes, y a veces no hace falta irse 10 años atrás, sólo un par de ellos, incluso, sólo unos meses, y ves cómo eran las cosas antes, y como son ahora. Aunque, aparentemente, haya cosas que sigan igual, hay otras muchas que han cambiado. Y es que la vida cambia continuamente. Incluso nosotros mismos cambiamos. Sí, y no sólo físicamente. Cambiamos nuestra forma de pensar, de afrontar las cosas. Cambiamos de cara a los demás. Cambiamos nuestros gustos, incluso. Cambiamos nuestros sentimientos, o eso intentamos creer, porque creo que hay sentimientos, sensaciones, y emociones que no cambian nunca, por mucho que lo intentemos.
Ese escalofrío al pasar por aquel lugar especial, esa sonrisa tonta cuando te acuerdas de aquella canción que alguien te dedico un día, esa rabia al saber que pudiste hacer las cosas de otro modo, y quizás, no pensaste demasiado antes de actuar. Esa sensación al escuchar esa melodía. Creo que estas cosas no cambiarán nunca, aunque cambiemos nosotros. O maduremos, o nos hayamos dado cuenta de cómo son las cosas en realidad, cómo quieras verlo.

Sí, todo cambia. Piensas en este instante en el que todo cambio, pero no encuentras una razón, una explicación, un motivo que lo justifique... ¡Las cosas son tan distintas de la noche a la mañana!

Entonces, cierras los ojos, y solamente escuchando el choque de las gotas de lluvia en tu ventana, o simplemente una canción de Vanesa Martín que suena en la radio (si, esa que dice aquello de “…todo va cambiando, el gobierno y la gente, ciudades de paso, y bocas que mienten, cuando dicen que viven, cuando dicen que sienten…”), imaginas tu mundo ideal. Abres los ojos y visualizas en tu mente cómo sería la vida si no hubiese cambiado nada, si todo fuese igual. Qué monotonía, ¿no?

Creo que el fondo es bueno eso de que las cosas cambien. La vida, sería un tanto aburrida, creo. Hemos vivido tantos nuevos momentos, hemos cambiado de ciudad, hemos conocido a miles y miles de personas. Sí, personas de esas que te marcan o de esas que pasan desapercibidas, o incluso aquellas que jamás hubieses imaginado conocer. Y si, por qué no, aquellas personas que son “imprescindibles”, aquellas con las que sientes que “sin ellos, nada tendría sentido”. ¿De verdad crees que si nuestra vida continuase igual desde el principio, habríamos vivido todo eso? 
Creo que somos como piezas de dominó. Si cae una, todas caen detrás. Es más, si en algún momento, alguien cambia de posición una sola pieza de ese dominó, cambia por completo el curso del juego. La ficha que hay que colocar cambia de posición también, e incluso, a veces, hay que cambiar de ficha. Si algo cambia, ese algo conlleva que otra cosa cambie, y ésta a otra, y así todas, como una cadena.


Y es que las cosas cambian, es ley de vida, no podemos hacer nada por impedirlo. Las piezas de ese dominó no pueden quedarse toda la vida en el mismo lugar. Dicen que es el destino quién lo tiene escrito, no sé. Me gustaría pensar que es así.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Si quieres

Te invito a disfrutar de la vida, a saborear cada momento, a comernos el mundo y no la cabeza, a salir a la calle con una sonrisa a cada paso, a ser como hojas que vuelan con el viento, a correr sin rumbo fijo, a ir lejos, dónde nos lleven los pies, a reinventarnos, a empezar de cero, a soñar despiertos, a recordar, a olvidar los problemas.
Te invito a estar ahí, a gritar alto, con todas nuestras fuerzas, a escuchar, a superar huracanes, a dar una segunda oportunidad, pero sólo al que la merezca, a enlazar nuestros mundos una vez más, a vivir la vida minuto a minuto, segundo a segundo, a no preocuparnos por nada, a reírnos de los que nos critican, y a querer como nunca a los que están a nuestro lado.
Te invito a dar los besos que no se dieron, y fueron merecidos, a echarle un pulso al comecocos y a cantar a todo pulmón. Te invito a sonreír, a ser feliz, a disfrutar, a conocer, a investigar, a bailar toda la noche. Te invito a irnos lejos, muy lejos, a mirar las estrellas desde tu terraza, a buscarle forma a las nubes, a mil abrazos infinitos, a vivir más lentamente, más tranquilos, a contar las estrellas para “saber cuánto te quiero”. Te invito a caminar, a respirar hondo, y ¿por qué no?, te invito a equivocarnos, a caer mil veces en un mismo lugar, a ayudar, a dar consejos, y a aceptarlos, a pensar, a entender, a impulsarnos, a saltar alto, a soltarnos. Te invito a asumir los errores y a volar sin levantar los pies del suelo.
Porque cada día es único y eso es algo que aprendí con el tiempo. Por eso, y mucho más, te invito a aprovechar el día al máximo, a vivir cada momento como si fuera el último (cómo dice esa canción de Álex Ubago) y a valorar los buenos recuerdos.


Te invito a todo esto, y mucho más… si quieres.

lunes, 30 de septiembre de 2013

¿Otoño?

Creo que estaréis ya un poco hartos de leer en todos lados que ya ha empezado el otoño, porque desde hace una semana no hago más que leer tweets y entradas en blogs sobre ello. Llamadme pesada, pero creo que si hice una entrada hablando de las tormentas, debo hacer una que hable del otoño.
Seré rara, estaré loca, pero después del invierno, es mi estación favorita del año. Es bastante simple, soy alérgica, y como la mayoría de los alérgicos odio la primavera. Y también odio un poco el verano, por eso de quemarme nada más salir a la calle (espero no ser la única que lo odie por eso, porque si no, me empezaría a preocupar). Creo que lo único que me gusta del verano, y ya lo habré dicho unas mil veces, es eso de las tormentas repentinas. 
Ahora en serio, me encanta eso de deambular por las calles, con viento, y ver cómo se caen las hojas de los árboles. Me relaja muchísimo ir pisando esas hojas que se acumulan en las aceras. Esos tonos dorados, amarillos, marrones que inundan las calles. Me encantan.
Toca dar la bienvenida a esa estación en la que el tiempo se vuelve aún más loco, en la que un día te asas de calor, y esa misma noche, te hielas. Estación de frío, viento, lluvia.
Y con el otoño, toca dar la bienvenida a esos eternos días de clase, a las tardes enteras estudiando, y a los “por favor que llegue ya el finde”.
Llegan el pasarse las horas muertas mirando por la ventana, pensando en qué se yo. Vuelven las noches de película, manta y palomitas con chocolate. Vuelve el tumbarse en la cama a escuchar música y evadirse del mundo, mientras ves la lluvia caer. Y sobre todo, vienen buenos momentos, ratos inolvidables. Y vuelven los recuerdos, recuerdos de esos que duelen, y de esos que te sacan una sonrisa tonta y quieres volver a vivir.
Yendo a clase he escuchado en la radio una canción que hacía mil que no oía, y me ha recordado a esto, a todo lo que conlleva el otoño. Una de esas canciones que te marcan. Como una “banda sonora”. “Adiós” de “La Musicalite” es una de las canciones de mi banda sonora para esta estación.
He leído por ahí que este otoño nos deparan, además del cambio de hora de todos los años, lluvias de meteoritos y dos eclipses (uno de luna, y otro de sol). Algunos, incluso, dicen que el otoño es la estación más romántica de las 4. Sí, creo que yo pienso lo mismo.

Espero que este sea un otoño especial. 

Hasta la próxima entrada, lectores. Muacks


PD. Ubetenses y gente de alrededor. Ya ha empezado nuestra semana, nuestra feria. Tomémosla con optimismo, aunque sea pasada por agua como todos los años y disfrutemos a tope. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Tanta vida por vivir

Tantas cosas por contar, tantas cosas por descubrir, tantos sentimientos por expresar, tanto por pensar. Tantos “te quiero” por decir. Tantos besos por dar. Tantos abrazos por regalar. Tantos libros por leer. Tantas películas por ver. Tantos lugares por visitar. Tantas personas que conocer. Tantos conciertos por disfrutar. Tantas canciones por escuchar. Tantas caricias por dar. Tantos viajes que hacer. Tantas locuras por compartir. Tantos desayunos frente al mar. Tantos atardeceres en la playa. Tantos viajes en globo. Tantas miradas. Tantos llantos. Tantas alegrías. Tantas sonrisas por fingir. Tantos vestidos y zapatos por estrenar. Tantos momentos que “querer parar”. Tantos amores platónicos. Tantas personas “a las que amar”. Tantos sueños por cumplir. Tantas cosas que celebrar. Tantas canciones por dedicar. Tantas promesas por cumplir. Tantas páginas en blanco de un libro por escribir. Tanto aire por respirar. Y…. tanta vida por vivir.

Pero, ¿sabes que es lo mejor? Que el momento para actuar es ahora. El momento para hacer todo esto es ahora, es hoy. No lo dejes para cuando ya no pueda ser. Porque, recuerda, entre el pasado y el futuro lo más importante es el presente. Que como decía aquella canción que tanto me gusta… entre el ayer y el mañana, lo que importa es el hoy. 

viernes, 30 de agosto de 2013

El álbum de las paradojas


Ese grano de arena que nunca resuelve el problema.  Esa gota de agua que colma el vaso.  Esa hoja que vuela con una ráfaga de viento. Esa palabra que nunca se dijo.  Ese beso que nunca se dio.  Una mirada perdida. Ese montoncito de arena que se desmorona al pasar. Ese castillo de cartas que se cae con un simple soplido. Las notas de una canción que nunca sonó. Los acordes de una guitarra que no se ha tocado. Un cristal que cae el suelo y se rompe en mil pedacitos. Esa burbuja que estalla ante tus ojos. La luz de un faro que ya se ha apagado. Las escaleras que nunca se han pisado. Esa camiseta vieja. Ese avión de papel que se arruga. Las hojas de un libro que nadie ha leído. Un caballero sin espada. Un héroe sin princesa. Una rana sin beso. Los pétalos de una flor que caen al ritmo de "me quiere, no me quiere". La tinta de un bolígrafo que se está acabando. Un barco sin mar. Un profesor sin alumnos. Un arco iris sin colores. Un cielo sin sol, luna ni estrellas. Un puerto sin barcos. Un puente sin río. Una noria que nunca gira. Un espejo que no refleja. Una pareja sin sexo. Un callejón sin salida. Una pregunta sin respuesta. Líneas de un folio sin escribir. Un mirador sin vistas. Dormir sin soñar. Una caricia que no se da. Una carta sin contestar. Un corazón sin latido. Una lágrima sin dolor. Una sonrisa sin felicidad. Una voz sin razón. Un baile sin canción. Una luz sin oscuridad. Una respiración sin aliento. Una cárcel sin presos. Una ciudad sin casas. Un campo sin flores. Blancanieves sin manzana. Bella sin Bestia. Una duda sin explicación. Un abismo sin oscuridad. Un concierto sin fans. Una radio sin sonido. Un norte sin sur. Un camino sin huellas. Un billete sin viaje. Un relámpago sin trueno. Una tormenta sin lluvia. Una hoguera sin fuego. Una aguja sin pajar. Una brújula que no señala el norte. Una cometa sin viento. Un desayuno sin diamantes. Una ida sin vuelta. Una herida sin cicatriz. Unos amantes sin escondite. Unos niños sin piruletas. Un bufón que llora a escondidas. Un pentagrama sin notas. Un invierno sin frío, un verano sin calor. Una esquina sin calle. Un caramelo amargo. Una depresión sin chocolate. Un rock sin roll. Lágrimas con sabor a felicidad. Sonrisas que esconden tristezas. Esos amores prohibidos. Soledad en medio de mil personas. Compañía ante nadie.  
Una cerveza sin espuma. Unas fresas sin nata. Una pecera sin pez. Una burbuja sin jabón. Unos ojos sin color.  Esos secretos contados. Un capitán sin tripulación. Un mar sin olas. Un avión sin alas. Una casa sin ventanas. Un velero sin timón. Un océano sin olas. Una sirena sin canción. Un silencio incómodo. Una canción sin recuerdo, y un recuerdo sin canción. Una vía sin tren. Un Neruda sin poemas. Una isla sin tesoro. Un burka sin amor. Un marco sin foto. Una flor sin olor. Una voz que no dice nada. Ruecas sin Bellas Durmientes. Un reloj que no marca las horas. Un adiós sin despedida. Una lluvia que no moja. Una película sin guión. Una fábula sin moraleja. Un replique sin campanas. Un cine sin película. Un cuento sin final. Un "te quiero" sin sentirlo. Un ron sin cola. Una "Campanilla" sin "Peter Pan". Un reloj sin arena. Barcos de papel mojados. Un parque sin columpios. Un amor sin dolor. Una flecha sin arco. Una conversación por messenger sin zumbidos. Un lápiz sin goma. Un banco sin patas. Un mensaje sin botella. Un pirata sin parche. Un calendario sin días. Un "Papa Noel" sin regalos. Un diente de león sin viento. Una carta sin destinatario. Un botón sin ojal. Una veleta sin dirección. Un otoño sin hojas. Un cuerpo sin sombra. Un diablo sin infierno. Un ángel sin cielo. Un loco con cordura. Un teatro sin comedia. Un "Calisto" sin "Melibea". Un tequila sin sal ni limón. Un segundo infinito. Un suspiro sin sentimiento. Un boomerang que no vuelve. Un Quijote sin molinos. Un Descartes sin Platón. "Drácula" sin colmillos. Una duna sin desierto. Un oasis sin agua. Un cupido sin flechas. Un hechizo sin bruja. Un hada sin varita. Una chistera sin mago. Una flor marchita. Una promesa que no se cumple. Unas señales sin humo. Una montaña sin tierra. Una princesa sin corona. Un árbol sin hojas. Una flor sin pétalos. Un cementerio sin tumbas. Un árbol sin frutos. Una cigüeña sin campanario. Un río sin agua.  Una noche sin luna. Un amanecer sin luz. El amor sin cariño. Una canción sin notas. Un corazón sin latido. Unas venas sin sangre. Un capote sin torero. Un zumo sin sabor. Un cuadro sin pintura. Nueva York sin rascacielos. Una carta sin letras. Sexo sin amor. Una estrella fugaz sin deseo. Un fuego sin llamas. Un globo sin aire.  Una persona sin edad. Un buzón sin cartas. 
Como una vida sin vivir, un pasado sin presente, un presente sin futuro. Como un ayer sin hoy,  y un hoy sin mañana. Como un caminar sin destino. Como la muerte sin vida. Como una tensión sexual no resuelta. Como esos segundos eternos, y horas que pasan volando. Como un tiempo que no pasa. Como un "malos días, princesa". Como Jaén sin olivos. Como amar sin ser amado. Como una ida sin vuelta. Como un principio sin final. Como un "tu sin mi, y yo sin ti". 

Se que para muchos esta entrada no tiene mucho sentido, pero si os paráis a pensar, tiene mucho, o al menos para mí. Porque la vida está llena de pequeñas paradojas. De paradojas que hacen de todo algo especial. De paradojas que encuentras día a día, en cada rincón, en cada palabra, en cada gesto. Es más, cada uno de nosotros, en cualquier momento de su vida se ha sentido así, como que en ese momento estaba "vacío", que "le faltaba algo" para poder ser él mismo. Porque, en definitiva, somos eso, una serie de paradojas que debemos encontrar para completar ese "álbum". El álbum de las paradojas.